Durante mucho tiempo, el interiorismo se ha centrado en criterios estéticos o tendencias pasajeras. Sin embargo, el futuro exige repensar el diseño desde un ángulo más inclusivo y empático. En un mundo diverso, con distintas necesidades funcionales y una población que envejece, el reto es crear espacios que respeten a todas las personas, sin importar su edad, movilidad o capacidades sensoriales.
El diseño inclusivo no es cuestión de corrientes estéticas, sino de actitud. La idea central es que todos, en algún momento de la vida, podemos experimentar limitaciones físicas, cognitivas o sensoriales. Por ello, el Instituto Silestone ofrece algunas claves para anticiparse a estas situaciones.
Cocina: Autonomía y funcionalidad al servicio del usuario
La cocina, considerado el corazón del hogar, debe ser accesible para todos, tanto para quienes la usan a diario como para quienes lo hacen de forma ocasional. Un diseño inclusivo en este espacio se traduce en superficies de trabajo a distintas alturas, sistemas de almacenaje extraíbles, muebles de fácil apertura, grifería monomando o táctil, y una iluminación homogénea que minimice sombras o deslumbramientos. Además, la circulación fluida, sin obstáculos, es esencial para garantizar la movilidad de personas con dificultades motoras o que usan sillas de ruedas.
Así, espacios de gran interacción como pasillos, salones y comedores deben facilitar una convivencia sin barreras. Para su consecución, es imprescindible contar con zonas de paso amplias, muebles con cantos redondeados, condiciones de luz óptimas y eliminar umbrales o dobles alturas. Superficies seguras y agradables al tacto juegan un rol fundamental en los proyectos de entornos inclusivos.
Este enfoque busca crear espacios cada vez más adaptados a las realidades de todos los hogares, promoviendo la autonomía y el bienestar sin renunciar a la estética ni la funcionalidad.
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*Para más información: silestoneinstitute.com